El sinuoso manifiesto
Amanda Moreno | 2020 | IGallery, Mallorca
Todo juego reconoce sus reglas, pero estas no siempre se revelan en primera instancia. A veces, operan de forma subrepticia procurando el más sigiloso de los posibles recorridos. Y de este modo, involuntariamente, somos movidos o abandonados a merced de una fuerza que parece despojarnos de la propia.
De tal forma, unos simples fragmentos de vidrio coloreado se convierten en portales de otros mundos. Basta con que nos asomemos a la inocente mirilla de un caleidoscopio para advertir cómo las formas proliferan en un movimiento que se apresura al infinito. Pero esta concatenación de apariencias, aun si revela su ley interna, no evita al hacerlo esa tendencia a que la imagen se torne más pegadiza e impenetrable. Y así, esta, familiar y extraña, se adhiere a la superficie retiniana columpiándose fatalmente como un insecto prendido en una tela de araña.
De forma análoga actúan las ilusiones ópticas, pero también, ciertas obras que podrían tildarse de psicoactivas. El trabajo de la artista argentina Cristina Ghetti parece circular en ambos sentidos. La sustancia de su arte se compone de una abstracción geométrica que se articula a través de elementos aparentemente sencillos. Sin embargo, la formulación de estos recursos que podrían clasificarse como elementales es generadora de morfologías heterogéneas y complejas que corresponden a un movimiento inducido.
Todo su cuerpo de trabajo, en esencia, diríase que es portador de cierta energía motriz que emana de la percepción visual y psíquica. Esta energía bien podría relacionarse con el originario magnetismo animal que promulgara en su día Franz Anton Mesmer o con la posteriormente desarrollada técnica del hipnotismo, debido a su fuerte carácter sugestivo. Esta idea parece tomar fuerza en piezas como las series Hipnotic (2010), una animación que emerge de la comunión de ritmos visuales y sonoros. Por medio de los impulsos lumínicos de la pantalla y los sonidos sintéticos producidos por la música electrónica emprendemos un viaje donde la mutable geometría deja una impronta latente. En un abrir y cerrar de ojos la imagen queda fijada como un latigazo que atraviesa nuestra mirada para posteriormente extenderse a nuestra psique y allí capturar el resto de nuestros sentidos.
Esta pieza inmersiva contrasta con otras obras como las series de pinturas Gradient. En este conjunto de lienzos, inversamente, la imagen se desacelera tomando el tiempo fílmico del ralentí. Las líneas ondean suavemente, deslizándose sobre la superficie de forma armoniosa y progresiva. Los cuadros funcionan de forma autónoma, pero también pueden ser leídos en su conjunto como pasajes de un mismo libro, donde cada valor tonal, cada matiz regula grácilmente la temperatura emocional y psicológica del color. Los lienzos aparentan vibrar en una misma longitud de onda produciéndose entre ellos toda una serie de correspondencias. Como si de un benéfico espejismo se tratase, los acrílicos suspenden el tiempo para, por un segundo, sustraernos de un mundo asediado por imágenes.
El proceso de construcción pictórica de Ghetti se ve fuertemente ritualizado. Primero, elabora una proyección mental de la obra que consigue capturar por medio de procesos inmateriales e infográficos. Posteriormente, esta información quedará fijada en un patrón que más tarde se transferirá al lienzo. Y, finalmente, este tomará cuerpo llegando a ser obra en el quehacer obstinado y reincidente de la artista.
Pero la forma del ritual no solo hace presencia en el proceso creativo, sino que se desarrolla y amplía en la semántica del lenguaje. Haciéndose ostensible en toda una serie de signos y gestos universales esta se activa en el ejercicio visual, cinético o performativo. Algunas de las trazas, marcas o indicios que habitan la producción artística de Cristina Ghetti son la repetición, el bucle, el estímulo sensorial o las distintas formas de circularidad. Todos estos elementos recurrentes en su obra son, a su vez, formas ancestrales, procesos iniciáticos que tal vez revelarían realidades no ordinarias por medio de estados alterados de conciencia.
Esta exploración de la gnosis se encuentra intrínsecamente ligada a la práctica artística desde los albores de la humanidad. Numerosos estudios actuales de arqueología de género y feminista apuntan a que todas esas primeras formas de arte, ya sea rupestre o mobiliar, fueron ejecutadas por los miembros más relevantes de un primigenio matriarcado. Así, las primeras artistas de la Historia, una historia protoescrituraria, fueron las mujeres. A su vez creadoras y chamanas, estas inventaron las primeras formas de codificación y arte abstracto. Herederas de esta estirpe, artistas como Hilma af Klint, Bridget Riley, Lygia Clark, Marina Apollonio o la propia Cristina Guetti perpetúan ese legado con un lenguaje propio, ecuménico y codificado.
La vasta producción pictórica de Ghetti se extiende de forma orgánica a distintos campos como el de la escultura, la instalación, la animación, el audiovisual o la performance adquiriendo en su conjunto un carácter transdisciplinar. Si prestamos atención, vemos como algunas de sus pinturas se desbordan en la tridimensionalidad con la ayuda de materiales de naturalezas dispares. De tal forma, la artista acude a la madera, el metacrilato o el composite plástico, adquiriendo acabados pulcros y minimalistas propios del diseño, el objeto seriado o la industria. En la serie escultórica Operaciones racionales (patrones de comportamiento) de 2019 observamos cómo la superficie grabada adquiere una sutil textura que apenas se vislumbra, pero que es apreciable al tacto. Estas piezas se conforman como arquitecturas angulosas y mínimas que se pliegan y despliegan rígidamente en el severo contraste del color negro junto al blanco. Por su lado, la serie Pure kinetism nos aporta un encuentro más liviano. Las líneas se superponen unas a otras por medio de las distintas planchas de metacrilato. Estas parecen flotar en el espacio cambiando a cada paso, movidas por la itinerancia visual del propio observador, interactúan con este desde sus distintos planos.
La propia naturaleza de las obras de Ghetti es la acción que parece potenciarse en la performance. Desde hace algunos años esta desarrolla dicha parte de su práctica junto a la artista Elia Torrecilla bajo el nombre NoDOS (3). Este colectivo cuenta también con la complicidad de otros artistas colaboradores. El cuerpo, la geometría, el sonido, el espacio virtual y físico son los ejes de investigación y práctica de NoDOS (3). A estos intereses, fundamentalmente experimentales se van sumando constantemente nuevas reflexiones, formas de hacer y de replantearse la propia acción. Esto se aprecia, por ejemplo, en Ventotene Project (2019). Un trabajo realizado en la pequeña isla de Ventotene, en Italia, donde se explora la idea de interferencia en el paisaje a través de ciertas presencias alienígenas. El proyecto, plagado de humor, también se plantea otras cuestiones que siempre han ido ligadas a la performance, tal vez de forma residual, como son el registro y el archivo. Desde la frescura y originalidad, el audiovisual recoge las distintas acciones que al mismo tiempo vuelven a ser activadas en la edición del vídeo en un ritornello de efectos que tiñen de color los perfiles de un paisaje, un constructo, que ya jamás será el mismo.
Definitivamente, en Cristina Ghetti vemos una artista que desde sus inicios es fiel a un lenguaje personal. Este se funda en una rica herencia a la que honra a través del rigor, la investigación y la experimentación en medios y formas. Una infatigable pasión que se escucha como un sinuoso manifiesto.