La línea es una fuerza · La artista argentina Cristina Ghetti muestra en la galería Punto una relectura dinámica del Op-Art
28.05.2016 | 04:15 LEVANTE el mercantil valenciano, suplemento Posdata | Juan Bautista Peiró | Crítico de Arte y profesor de BBAA
«La línea es una fuerza» condensa el principio generador de la arquitectura de Henri Van de Velde, revolucionario arquitecto belga que destacó sobremanera en ese periodo entre siglos conocido por los movimientos modernizadores que afloraron a lo largo y ancho de la vieja y convulsa Europa. Del modernismo a la postmodernidad tardía, pasando por esa modernidad utópica racionalista de la segunda mitad del siglo xx, la voluntad de cambio y de progreso ha encontrado en la línea curva un leitmotiv cuyas infinitas mutaciones no han logrado desactivar.Salvando las distancias espacio temporales, la línea de marcado carácter óptico cinético ha polarizado el lenguaje plástico de Cristina Ghetti (Buenos Aires, 1969). La fascinación por el movimiento, por la velocidad, por la tensión visual que surge entre dos puntos, no ha dejado de concitar el interés de numerosos artistas que han buscado en la abstracción («lo esencial es invisible a los ojos», Saint Exupèry) la energía que fluye y anima toda materia. El cambio de estado de la energía se visualiza claramente («el arte hace visible», Paul Klee) en esa constante ondulatoria, en ese juego de repeticiones expansivas que C. Ghetti resuelve con la soltura de quien ha consolidado una gramática de contados y recurrentes elementos. Quizás por ello, en esta exposición no sólo se rompe claramente con los formatos ortogonales –crónica de una muerte largamente anunciada–, sino también se enfatiza la elección de soportes tradicionales o modernos tan diferentes como la madera, el plástico, el aluminio, la pintura directa sobre muro o la cinta adhesiva de electricista, de color rigurosamente negro. Por si esto fuera poco, se nos propone una disposición nada convencional de las piezas y un diálogo cómplice con el lugar, reforzado en uno de los vanos de esa artificiosa y anacrónica división en dos zonas del espacio expositivo, mediante un no menos artificioso aro/arco iris diminuto que salta airoso del negro al color, en justa consonancia con los dos ambientes que generan estas piezas, a su vez generadas en base a líneas que no dejan de vibrar en nuestra retina. Atrás ha quedado el rigor tan asociado a estas obras geométricas de clara filiación cinética. Tanto en las propuestas bitonales como en las cálidas disgresiones cromáticas, se dinamita la sobriedad y la austeridad de tiempos pretéritos. La diversidad de propuestas plásticas y de planteamientos organizativos, nos sitúan ante un escenario de transición hacia nuevos territorios creativos que han definido hasta la fecha su cada vez más dinámica trayectoria. Líneas y fuerza, no le van a faltar